This post is a follow up to Let’s Take a Look Under the Hood, which you can read here.
On the theme of art school critiques (or crits) and the need for a student to talk about his or her work or not, I think it’s important to differentiate between two ways of using language for a better understanding of a piece of visual art: One is the use of art theory or any other kind of written content that may in someway be related to the work of art, and the other is an exchange of information regarding the work of art itself (why the artist decided to make it the way he or she did, could this same idea have been expressed better in some other way, is there any aspect we could change to improve this work… ).
In my previous post I wasn’t really referring to art theory, which is to some extent an inseparable part of contemporary art and has had an enormous influence on its development over the last decades (which of course doesn’t mean that it is not often irrelevant and pretentious nonsense – but then so is art itself just as often). I was referring of course to that other kind of conversation that makes up ninety percent of talk between practicing artists; talking about one’s idea or sketches or finished work with the hope that the fellow artist or artists may suggest some improvement to it. This is what I’ve been calling looking under the hood and it is something I couldn’t possibly live without either in my teaching or in my studio.
Judging by some of the feedback I’ve had it seems that it remained unclear how this works, so I guess the best thing to do is to have a go at it and see what happens; let’s take a look under Rothko’s hood!
The later classic works of Mark Rothko – those ones invariably made up of a large vertical canvas with two or more empty, fuzzy horizontal rectangles – are found fascinating by many people, myself included, but very few can come up with convincing explanations of why they are seduced and transported by such simple paintings. I’ve read Rothko’s writings (which I thoroughly recommend and which you can order a copy of here) and I’ve read many writings about his work by diverse and intelligent people. These texts have made me wiser and brought me closer to Rothko’s work, but none of them have created a real link between the formal and material aspects of his paintings and what I feel when I’m in front of them. It can’t be just magic! So he must have done something right as a painter, brush in hand! What?
Many people consider Rothko’s work to be related to the spiritual, though this is something he denies in his writings, which can be explained to some degree by the sense of weightlessness of the floating rectangles and the transparencies in the successive layers of paint, which seem to transmit the sensation that there is something beneath which is formless yet vibrating and alive; an energy, which is a very spiritual or even religious idea. But there are paintings by other painters that use thin coats of paint to build up a feeling of depth and energy, though I’ve never seen anyone brought to tears by them like I have by a Rothko.
This is a bit like explaining a conjuror’s trick or telling a child the truth about that fat man who brings presents in the middle winter but anyway… by spending many hours looking at his paintings I’ve come to believe that what Rothko did right in his decision-making as a painter wasn’t to simply create floating, translucent rectangles; it was to transfer, as a result of these rectangles taking up almost all the surface of the canvases, all the painting’s action to its perimeter and thus creating movement and vibration close to the perimeter of our visual fields. One’s visual field doesn’t end with four straight perpendicular lines like a painting does, but how does it end? We don’t seem to know. We spend the whole day looking, paying attention to the content of our visual fields, but we can’t answer such a simple question… It’s a mystery and something we simply can’t comprehend, in fact I don’t recommend thinking about it too much because it can get stressful.
Rothko’s paintings offer you an enormous space full of depth where nothing is happening, and some action around it that is close to the limits of your visual field; this drives your attention to those limits which are a mystery to you, and you transmit this mystery to the beauty of Rothko’s canvas.
I may be wrong, but so are those guys at the garage where I take my car sometimes when the look under the hood.
I wrote about Mark Rothko previously here and here.
Mark Rothko, Orange, Red, Yellow, 1961. Image: www.blakegopnik.com
Esta entrada es una continuación de Let’s Take a Look Under the Hood, que puedes leer aquí.
Sobre el tema de las presentaciones en las escuelas de bellas artes y la necesidad o no de que los alumnos hablen de sus trabajos, creo que es importante diferenciar entre dos maneras de utilizar el lenguaje para el mejor entendimiento de una obra de arte: Una es el uso de la teoría del arte o cualquier otro tipo de contenido escrito que pudiera estar relacionado de alguna manera con la obra, y la otra un intercambio de información referente a la obra de arte en sí misma (por qué el artista decidió darle la forma que le dio, la posibilidad de que esa misma idea se pudiera expresar de otra manera mejor, la posibilidad de que algunos aspectos de la obra que se pudieran modificar para mejor… ).
En mi entrada anterior en realidad no me refería a la teoría del arte, que en algún grado es una parte inseparable del arte contemporáneo y ha tenido una influencia enorme sobre su desarrollo en las últimas décadas (lo cual lógicamente no quiere decir que no esté compuesto a menudo de tonterías irrelevantes y pretenciosas – como también lo está el propio arte igual de a menudo). Me refería claro está a ese otro tipo de conversación que compone el noventa por ciento de lo hablado entre artistas; tratar las ideas o los bocetos o las obras acabadas de uno con la esperanza de que otro artista pueda sugerir alguna mejora o solución. Esto es lo que he estado llamando mirar debajo de la capota y es algo sin lo que no podría vivir, tanto en mis clases como en mi estudio.
A juzgar por el ‘feedback’ (a mí me sigue gustando ‘retroalimentación’ pero parece haber caído en desuso) que me ha llegado en estos últimos días parece que no ha quedado claro el modo en que esto pudiera funcionar, y he pensado que lo mejor es hacer un intento a modo de ejemplo a ver qué tal. ¡Miremos debajo de la capota de Rothko!
Las obras tardías más clásicas de Mark Rothko – esas que invariablemente se componen de un lienzo grande vertical con dos o mas rectángulos horizontales vacíos y borrosos en su interior – fascinan a muchas personas, yo mismo incluido, pero muy pocos pueden aportar explicaciones convincentes respecto al motivo por el que quedan seducidos y transportados por unas pinturas tan sencillas. He leído los escritos de Rothko (libro que recomiendo encarecidamente y que se puede comprar en español aquí) y he leído muchos escritos sobre su trabajo de personas diversas e inteligentes. Estos textos me han hecho quizás más sabio y me han acercado a la obra de Rothko, pero ninguno de ellos ha establecido un enlace real entre los aspectos materiales y formales de sus pinturas y lo que siento delante de ellas. ¡No puede ser cosa de magia! ¡algo habrá hecho bien como pintor, brocha en mano! ¿El qué?
Muchas personas consideran que la obra de Rothko está relacionada con lo espiritual, cosa que él niega en sus escritos, lo que se puede achacar en algún grado a la sensación de liviandad de los rectángulos flotantes y las transparencias de las sucesivas capas de pintura, que parecen transmitir la sensación de que hay algo debajo que es amorfo pero vibrante y vivo: una energía, que es una idea muy espiritual e incluso religiosa. Pero hay pinturas de otros artistas que hacen uso de delgadas capas sucesivas de pintura para crear una sensación de profundidad y energía, sin embargo nunca he visto a nadie emocionarse hasta llorar delante de una de ellas como he visto con Rothko.
Esto es un poco como explicar un truco de magia o decir la verdad a un niño sobre los juguetes que recibe en mitad de la noche en mitad del invierno pero bueno… tras muchas horas delante de sus pinturas he llegado a la conclusión de que lo que Rothko hizo bien en sus tomas de decisiones como pintor no es simplemente haber creado rectángulos translúcidos y flotantes; fue transferir, como resultado de que éstos rectángulos ocupen casi toda la superficie del lienzo, toda la acción de la pintura a su perímetro y crear de este modo cierto movimiento y vibración en el perímetro de nuestros campos visuales. Nuestro campo visual no acaba con cuatro rectas perpendiculares como lo hace un cuadro, pero ¿Cómo acaba? Es algo que no sabemos. Pasamos el día mirando, prestando atención al contenido de nuestro campos visuales pero no somos capaces de responder a esta pregunta tan sencilla… es un misterio, algo que simplemente no podemos entender; de hecho no recomiendo que se piense demasiado en ello, puede resultar estresante.
Las pinturas de Rothko te ofrecen un espacio enorme lleno de profundidad donde no pasa nada, y algo de acción alrededor en las inmediaciones del límite de tu campo visual. Esto deriva nuestra atención a dichos misteriosos límites y nosotros derivamos su misterio al lienzo.
Puede que me equivoque pero a veces también lo hacen los mecánicos a donde llevo el coche cuando miran bajo la capota.
Anteriormente he escrito sobre Mark Rothko aquí y aquí.
Mark Rothko, No. 210 / No. 211 (orange), 1960. Image: www.arktimes.com
7 comments
fran l gonzález-camaño says:
sep 12, 2013
Creo que es muy pertinente tu apreciación: es precisamente en los intersticios de los grandes rectángulos donde Rothko ha encontrado la forma de equilibrar el enorme peso de sus volúmenes. Y en los neutros fondos, como desvaídos, que se adivinan por detrás. Los límites difusos, temblorosos e intencionadamente vaporizados de pintura contrarrestan la escala sobredimensionada de los campos de color. Y esa dialéctica formal que ha debido ser ensayada hasta la extenuación nos suspende la mirada y la embruja.
Simon Zabell says:
sep 13, 2013
Exactamente Fran, lo has expresado a la perfección con lo de suspender y embrujar la mirada. Y no podría estar más de acuerdo con lo de la necesidad ensayo hasta la extenuación de las formulas plásticas para poder dar con una receta efectiva, aunque una receta como la de Rothko creo que es un hallazgo que sucede unas cuantas veces en un siglo (en un siglo de los buenos como fue el XX, el XXI ya veremos… )
David Iacovazzi-Pau says:
sep 13, 2013
Always enjoy reading your blog Simon. Great topics! Thanks for sharing it with us.
Simon Zabell says:
sep 13, 2013
Thank you very much David! I enjoy writing them too, though I must say I struggled a little with this one. It’s a pleasure to have you as a reader.
Edel R says:
sep 15, 2013
El arte debe escapar al entendimiento, su campo de acción son las EMOCIONES, salu2
Ru says:
oct 3, 2013
Si tu “mirar bajo la capota” es así ¡yo quiero ser alumno tuyo!.
Quizás también son atractivos los cuadros de Rothko por el placer que produce un hecho contradictorio y desconcertante: supongo que en nuestro suponer inconsciente existe la idea de que un rectángulo es una sola cosa, la cual solamente necesita una pasada de pintura para ser resuelta. Y esa sola cosa no requiere tiempo prolongado (sucesión de instantes). El ojo percibe las sucesivas capas que proporcionan la idea de “una y otra vez” y, entonces, nos preguntamos ¿qué hay ahí? ¿qué más hay ahí? ¡pero si es solo un rectángulo! ¿por qué está tantas veces? ¿por qué insistes?. El espectador entra en el juego de “yo te lo pinto para que lo veas, míralo ¿no lo ves?, pues te lo pinto otra vez”. Y así se queda el espectador, absorto ante el bombardeo sutil; esperando a “verlo” sin conseguirlo, pero creyendo que está a punto.
Y, bajo mi opinión, sí que lo está viendo, pero no con el ojo consciente sino con la intuición. Y sólo algunos espectadores son susceptibles de entrar en este juego, no sé por qué.
Sebastian Saavedra says:
nov 3, 2013
Estupenda entrada Simon!. Yo tuve la suerte de ser alumno de Simon por cosas del azar una vez ( si es que se puede llamar azar), mas tarde, lo fui 2 veces mas, pero ya por causalidad y lo sigo siendo RU, yo también me dije: ¡ Yo quiero ser tu alumno!. Sin duda, es un misterio el efecto que causa la obra de Rothko en muchos de nosotr@s que gustamos del arte, es sorprendente como la misma obra te hace abandonarte a ella, entregarte a ella, como tu bien has dicho RU, desde la intuición ( y por ello entiendo desde la no razón ). Para mi, Simon, estas obras ultimas de Rothko, las de los rectángulos, tienen la capacidad de hacerme entender y recordar porque despertó en mi el interés por la pintura, me transportan a ese despertar primero ante la emoción que pude tener por primera vez con los lápices, las ceras, la tempera… Y me refiero a la niñez!,