It’s been quite a few weeks since I opened my installation in Majorca and I can now look back at it with some perspective: it’s got to be the strangest project I’ve ever done. I certainly didn’t set out to do anything weird but you don’t get to do a project for an olive oil cistern in the dungeons of an Eighteenth Century palace every day.
I guess it’s not an easy space to work for but I don’t remember finding it awkward or limiting at any point. It’s been one of those projects that just fall into place since receiving the proposal from the curator Fernando Gómez de la Cuesta: No white walls, no drilling the walls, beware of rising damp… and a theme: the camera obscura. The two ideas I wanted to work around came to me immediately: turning the cistern itself into a camera obscura and Vermeer, or more specifically Vermeer’s use of the camera obscura, or more specifically still the optical knowledge Vermeer may have obtained from his neighbour Anton Van Leeuwenhoek.
The imagined knowledge I bound into books that come to life with electric fans and lead the way to the camera obscura, whose multicoloured light enters the cistern from the bottom and creates enthusiastic waves of something or other.
Images and information on Vermeer’s Bookshelf here.
Han pasado ya unas cuantas semanas desde que inauguré mi instalación en Mallorca y puedo permitirme observarlo en el retrovisor con algo de perspectiva: desde luego tiene que ser el proyecto más raro de los que he hecho. Yo desde luego no me propuse hacer nada intencionadamente raro aunque no todos los días uno tiene ocasión de hacer un proyecto para un aljibe de aceite de oliva en las catacumbas de un palacio del siglo dieciocho.
No es un espacio sencillo para trabajar sobre él aunque no recuerdo en ningún momento haberme sentido incómodo ni limitado. Ha sido uno de esos proyectos que simplemente caen en su sitio desde que recibí la propuesta por parte del comisario, Fernando Gómez de la Cuesta: No hay muros blancos, no se puede taladrar en los muros, cuidado con las infiltraciones de humedad… y además un tema: la camera obscura. Las dos ideas sobre las que quise trabajar me vinieron en seguida: convertir el propio aljibe en en camera obscura y Vermeer, o más concretamente el uso de la camera obscura por parte de Vermeer, o más concretamente aún los conocimientos ópticos que Vermeer pueda haber obtenido de su vecino Anton Van Leeuwenhoek.
El imaginado conocimiento lo encuaderné en libros que cobran vida con la ayuda de ventiladores eléctricos que guían el camino hasta la camera obscura, cuya luz entra en el aljibe desde abajo creando entusiásticas ondas de no sé qué.
Imágenes e información sobre Vermeer’s Bookshelf aquí.